Las luchas revolucionarias de la
región,
a calzón quitado
a calzón quitado
Un protagonista de la militancia
clandestina de los ‘60 hace un alto en el camino a los 76 años y
ofrece detalles de luchas, dudas, golpes, debates, y razones de los
combatientes.
Fuente: TIRSO FIOROTTO - UNO -
/ Actividad Siglo XXI / Entrerrios
Ernesto Guevara había nacido en la
margen occidental del río Paraná, Hébert Mejías Collazo en la
República Oriental del Uruguay, con una abuela de Cuba y un abuelo
español.
Se encontraron precisamente en Cuba,
cuando el Che ya era el Che, en un abrazo que marcaría para siempre
al oriental. De los mensajes del revolucionario argentino cubano
tomó Mejías Collazo sus convicciones latinoamericanistas,
antiimperialistas.
La semana pasada presentó en
Montevideo un libro con los relatos de la vida de sus compañeros,
las experiencias propias y el contexto revolucionario de los años
60. En un concurrido encuentro, Mejías Collazo reflexionó sobre las
razones de la obra y trazó paralelos con la actualidad.
También se escuchó un vibrante
discurso de la militante de La Plenaria Memoria y Justicia, Irma
Leites.
Sus expresiones no tuvieron reparos a
la hora de calificar al gobierno actual del Uruguay, y dada la
trayectoria de Leites merecen especial consideración.
Tanto Mejías Collazo como Leites han
visitado Paraná, donde intercambiaron conocimientos y pareceres en
varias oportunidades con agrupaciones entrerrianas, en particular las
vinculadas a los derechos humanos y la educación.
El centro de “Volvería a hacerlo”
es, claro, el Uruguay, pero contiene referencias a momentos señalados
de Argentina, Chile, Cuba, Costa Rica y países de Europa, donde el
autor estuvo exiliado. Es una vida y es un mundo.
Coherente con su visión, que discute
las fronteras sudamericanas, Hébert Mejías Collazo pidió que su
obra fuera prologada por dos entrerrianos.
Por siempre sedicioso
“Volvería a
hacerlo” es un libro ameno. Da ganas de leerlo de un tirón. Y es
tan descarnado y sincero que a más de uno puede provocarle picazón.
El autor no pide adhesiones ni
aplausos, no se pone en víctima ni en consejero.
Ha sentido, sí, el deber de ofrecer un
relato propio, sin mediadores, sin más interés que la verdad. Y
desde la coherencia de su vida incomoda, es cierto, a una dirigencia
regional que terminó arreglando con el sistema.
Mejías Collazo es un intransigente y
no lo oculta, como no oculta su opción por la violencia
revolucionaria.
Aquí se mete en detalles de la
conducta personal y por ese camino muestra la red de valores que
cruzan al militante de intención revolucionaria y a los grupos. Los
tiempos, los modos, los grados, todo es motivo de discusión (cuando
no de malentendidos y distanciamientos) hacia afuera y hacia adentro.
Pero aún yendo a los lugares y los
momentos que pueden crispar los ánimos, la obra de este oriental
sereno y firme tiene la virtud de subrayar los méritos de sus
compañeros de ruta, en especial de aquellos que cayeron por sus
ideales.
En el fondo, Hébert Mejías Collazo ha
sentido que se debía una explicación. A sí mismo, a sus hijos, a
sus amores, a sus compañeros, a la sociedad, y una explicación que
sirviera a todos, desnuda, para ayudar a comprender, con datos de
primera mano, la complejidad de la vida de los militantes.
La obra emociona. La obra interroga y
compromete, de cabo a rabo. El autor marca lo que considera gruesos
errores, aquí y allá, y también grandes aciertos, y si bien una
reflexión puede originarse en un hecho concreto ocurrido en el
Uruguay, servirá para el análisis de cualquier experiencia de esa
índole.
En algunos casos, toca puntos
neurálgicos de las discusiones en la clandestinidad que pusieron a
los militantes en una disyuntiva, y que pudieron torcer el rumbo de
las luchas civiles en toda América. La mayor o menor adhesión a los
lineamientos del Che Guevara y los encontronazos que provocó ese
dilema es uno de los ejes de la inquietudes de Mejías, y del libro.
El más callado
En el prólogo redactado por el
profesor Mauricio Castaldo y el autor de esta columna, se destaca la
intención de Hébert Mejías Collazo de provocar hechos palpables,
que consoliden la unidad de los pueblos. Como esto mismo de aceptar
una presentación de amigos de la otra banda.
Dicen los prologuistas: el decano, y el
más joven, y el más callado, y el que más escucha. El que prende
el fuego (también en la churrasquera) y el que hace el mate y
convida. El que sirve, el que presta la casa a jóvenes más o menos
desconocidos para algún encuentro militante, y tira unos chorizos a
la parrilla y les regala choripanes para el camino, a los
desconocidos.
Si alguien no comenta quién es Hébert
Mejías Collazo, él pasará inadvertido mirando, en un segundo
plano, en la última silla, prendido a su cigarro. Acompañando,
compañero al fin.
No es una imagen, como se acostumbra
ahora. Va en su naturaleza. Es así nomás.
Hébert nos pasea por barrios, cuevas,
pocilgas, cárceles, embajadas, y nos muestra desde su vida misma
fotos cruciales de la historia del Uruguay, de Cuba, de Chile, de la
Argentina… El golpe de Pinochet, el último Perón y la Triple A…
Y no los vio desde un balcón precisamente.
Guerrillero y cristiano. Artesano en
las esquinas porteñas, predicador en Costa Rica. Exiliado y obrero
gráfico en Suecia. Con espíritu revolucionario siempre en su vida,
y con agradecimiento siempre, también en esta obra, a esa
generosidad de los compañeros, aquí y allá. Tal vez el libro mismo
sea una excusa para exaltar la solidaridad, virtud imprescindible
para un militante que supo de soledades y prisiones en casi todos los
suelos que pisó y en todos dejó, con los girones de su vida, amigos
entrañables.
Tres faros
Dos faros, José Artigas, Raúl Sendic,
se perciben de fondo, marcando los relieves de las historias de
Mejías Collazo. Historias que, en algunos tramos, encadenan
frustraciones, hay que decirlo, en el camino que se va haciendo al
andar, el de la revolución.
Sendic fue, claro,
un imán para este obrero bancario del sudeste oriental
que se hizo militante en La Teja y tuvo olfato para las cañas y las
remolachas que enarbolaban sus pares obreros del noroeste.
Cuba, por razones que explica bien,
resultó determinante, y más con aquel abrazo del Che Guevara que le
dio ese combustible que anima para siempre.
Son tres faros, pues. Para un militante
hermano que abrazó el cuerpo y las ideas del combatiente de la
entrañable transparencia, y que por ello mismo, y por todas las
luchas en las que participó y participa puede decir “compañero
Che Guevara”, y sin apropiaciones, porque también “el Che es de
todos”.
Este es un libro que no sólo reafirma
caminos sino que también desmitifica y de-construye ciertas
historias e historietas políticas. Un libro que aclara, más que
nunca y oportunamente (sobre todo para los recién llegados al
debate) bellas entregas, y también miserias personales, ideológicas
y políticas de varios de ayer que se transformaron en los políticos
de hoy.
Es un libro sin dogmas, de un paisano
redondo que se dice embroncado pero no derrotado, de un libertario
que puede levantar, inclaudicable, una bandera roja y negra de
Libertad o Muerte y, al mismo tiempo y sin dramas, encontrarse en
otro abrazo con el Che. Tal vez ésta sea la lección política, para
todos nosotros. Y la lucha, la lucha que en Hébert Mejías Collazo
es “una cosa vital”.
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Tenemos hambre de alegría
Las palabras de la militante Irma
Leites, en la presentación de la obra de Mejías Collazo, se
dirigieron a las raíces y al estado actual de las luchas, sin medias
tintas.
“Hablar así, como lo hace Hebert, es
como hablar de la familia de los padres, hijos, primas y hermanos
elegidos, no de los heredados biológicamente, sino de aquellos con
los cuales decidimos andar, con los que soñamos, nos comprometimos y
nos peleamos… Hebert dice en sus primeras páginas que habla
embroncado pero no derrotado. Sencilla y profunda reflexión. Mete
las manos en el corazón de la pelea. Porque quiénes de nosotros no
hemos sentido muchas veces ‘que nos cae mal haber sobrevivido’,
sobrevivido a tantos amados compañeros y compañeras, haber
sobrevivido para ver tanta claudicación, tanta inconsistencia
ideológica con aquel amanecer soñado”.
“Estas páginas son un sitio para
tomar partido, no por un partido, sino por una clase, por la lucha.
Tomar posición sobre las polémicas, tomar un lugar y luchar mejor.
Pero también un sitio, para volver a afirmar que la inmensa entrega
de los que han quedado dignamente comprometidos en el camino, son la
parte humana que sostiene su afirmación de ‘Lo volvería a hacer’…
Que la coherencia del fundamento social, de la convicción de que no
hay sillones posibles que nos detengan en el marco del capital, que
hoy hay más causas para volver a hacerlo… el bagaje de la derrota
no torcerá la vida elegida por mujeres y hombres que no concebimos
en la lucha escaleras para llegar al poder sino trincheras donde
destruir el poder esclavizante y construir otro mundo, otra
humanidad, otro hombres y mujeres nuevas. Y que el debate histórico
sobre el poder popular nada, nada tiene que ver con la sociedad del
capital, con las instituciones del capital, con el estado del
capital, sino con la insurrección de todos los órdenes de la vida
misma de los oprimidos”.
“Un libro para repensar los nefastos
efectos de la conspiración del sectarismo, esa forma de vincular las
diferencias que corroen. Ese sectarismo que no reparó ni siquiera se
corrigió en las cárceles, ante la represión, ante la tortura. Que
existió y existe como una forma de abordar las contradicciones, que
atomiza y nos relega a que quedemos mucho más expuestos al enemigo.
La humanidad trasmitida en estas páginas trasciende incluso los
dolores que provoca que hasta te excluyan del Abuso (la fuga) por
pensar distinto”.
“Páginas llenas de expropiaciones,
sueños de libertad, necesidad de trascender, de no anquilosarse en
las herramientas, sino andar siempre buscando el mejor sitio, y si no
lo encontramos lo creamos”.
“La injusticia de la propiedad
privada, la sacrosanta ley del capital, como las causas de aquella y
esta rebelión. La discusión entre anarquistas, marxistas,
foquistas, sobreviviendo a la poda ideológica y política de estos
tiempos. ¿Para qué? ¿Para alargar madrugadas en debates estériles
entre viejos militantes, en medio del humo del cigarro y el vapor del
alcohol? Seguro que no, para encontrar otro amanecer. Para impedir,
que solo se escuche el monocorde sonido del poder y el miedo a
disentir. Hebert afirma que en medio de la confusión ‘democrática
progresiva’ agrego progresista, tenemos hambre de alegría. ¡Claro,
que sí!”
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El recuerdo de Raúl Sendic
Hébert Mejías Collazo, militante
actual de la agrupación Barrikada, encuadró la presentación de su
obra en las enseñanzas de Raúl Sendic, y tuvo varias alusiones a la
actualidad del Uruguay.
“Este modelo de Estado que aún hoy
padecemos ‘tiene una cara y una careta’… Así nos lo decía el
Bebe Sendic ya en aquellos tiempos… ahora mejor que nunca llegamos
a comprender que se estaba refiriendo a este mismo tipo de Estado que
-en ciertos ámbitos juristas- así se lo ha llegado a caracterizar:
‘este Estado, no merece otra calificación que la de
´fascismo-progresista’. Ciertamente: se trata de una muy dura pero
certera calificación que -en lo esencial de su contenido-
personalmente confieso compartir… Sendic hoy ha pasado a ser uno
más entre los olvidados: algo así como un convidado de piedra” en
las ‘historietas’ escritas por tanto impostor”.
Mejías mencionó a varios de sus
compañeros y aunque el lector pueda conocer poco de estos
militantes, vale escucharlo para valorar el espíritu del autor.
“quiero aclarar que quienes hoy continúan convocándonos son
precisamente ellos: nuestros mártires dignamente caídos en pie de
lucha.
Sí: son ellos quienes hoy nos siguen
convocando con su ejemplo de entrega y sacrificio: Alfredo Cultelli,
Ricardo Zabalza, Jorge Salerno… ( jóvenes militantes caídos en la
toma de Pando)… sin dejar de recordar también –junto a ellos- el
ejemplo legado por aquellos otros jóvenes mártires estudiantiles:
Liber Arce (símbolo de lucha signado desde su bautismo con nombre de
consigna)… Susana Pintos, Hugo de los Santos, Héber Nieto...
ellos: entre tantos otros que -como la maestra Elena Quinteros-
ofrecieron sus vidas por aquella soñada revolución… hoy
traicionada”.
La obra “también pretende rendir
justo homenaje a la memoria del Bebe Sendic, de Gerardo Gatti y León
Duarte… de los tupamaros Eduardo Pinela, Carlos Flores, Mario
Robaina, entre tantos y tantos otros. Así como también se trata de
rescatar la memoria de los queridos compañeros libertarios: el
“gauchito” De León, Elena Quinteros, el “Pocho” Melchoso, el
“santa” Romero” … y tantísimos más. Entre unos y otros…
también el “loco” Rivera: toda una vida testimonial de lucha
consecuente, fallecido -no hace tanto- sin haber alcanzado a
vislumbrar siquiera… la realización de sus sueños libertarios por
una patria para todos”.
TIRSO FIOROTTO
HOLA !! SOY DE COLONIA Y ESTOY MUY INERESADA EN EL LIBRO DE HEBERT MEJIAS COLLAZO "VOLVERIA A HACERLO"; POR FAVOR DIGANME COMO LO PUEDO CONSEGUIR YA QUE EN TODAS LAS LIBRERIAS PARECE QUE ESTA AGOTADO. CUENTENME SI HABRA UNA NUEVA EDICION.- GRACIAS
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