Las palabras se aglomeran, tal vez para explicar un ciclo de vida pleno.
Partió Helios un hombre entero.
Hace pocos días hablando de lo hermoso que estaban los árboles en
Montevideo, lleno de colores, divagamos si la Estrella Federal
era una flor o solo hojas verdes pintadas de rojo en su centro por el otoño… Coincidíamos
en su belleza y en su símbolo de unión de los pueblos del Plata. La hoja
convertida en flor.
Decíamos -en la Plaza Libertad
el día 17 de mayo, reclamando la libertad del Perro- que tanta belleza rodeada de mar y playas no
merecía el drama social que contiene la sociedad encuentrista, disolvente de
sueños y despojada de solidaridad.
Ante su despedida, arranqué la rama más grande de la Estrella Federal del
fondo de casa y se la llevé, para seguir hablando de tantas cosas, que quedaron
en el tintero… al viejo, el tiempo no lo destiñó, lo pintó cada día más
radical, cada día más rojo como las Estrellas Federales. Le quedaron muchas cosas
por hacer y eso es hermoso. Porque su enorme compromiso lo volvió un solidario
empedernido contra la barbarie del capital, entre ellas la cometida contra los
trabajadores, por los terratenientes pitucos del club de golf. Recuerdo su
indignación con los actuales dueños del BPS, cuando no amparaban a los
trabajadores caddies.
Ayer, lo despidieron los gritos, los bastones, las consignas. Está bueno
que no lo despida el silencio. Acompañado de solidarias lágrimas, todas, todos
tenían algo que decir de ese hombre tan viejo y tan nuevo como el hombre soñado
por el Ché.
Caminamos llenos de la certeza, de que ese hombre rompió la biblioteca
de los opresores para defender durante toda su vida a la clase obrera. Para
luchar por los que no tenían un techo, para lidiar con usureros que
dejaban sin casa a una familia obrera. A
los sin tierra, a los cooperativistas, a los despojados de todos los derechos,
a la empleada doméstica. Su estudio fue siempre un nido de solidaridad y
ruptura con los convencionalismos. Ayer estuvimos presentes, los que el viejo
quería, defendía. Lo sentimos un igual, y caminamos con él, desde la Plaza Viera , donde Helios
tantas veces habló. Pensando y sintiendo, su vida, sus ideas, su práctica, ese forjar en medio de la
claudicación. Un catedrático revolucionario que colocó la universidad en los
sindicatos, en los ranchos y entre los terrones. Un hombre, que alentó la llama
de que los compañeros, no son leguleyos al servicio de poderosos, sino
militantes al servicio de las luchas radicales. Ese término que una y otra vez
Sarthou defendió, porque venía de la raíz, de lo originario, de lo esencial y
también lo elemental, más allá de los que pretenden asociar lo radical a lo
incorrecto, a lo desubicado. ¡Salu compa, radical como lo fundamental a sostener sin descanso en este
tiempo de tanta confusión!
Porque radical es, con 86 años estudiar, defender, andar marchar,
debatir, indignarse e ir a su casa a cuidar a su compañera de toda la vida,
disfrutar la poesía y a sus nietos poetas, con mucho orgullo. Aún con la carga,
de dolores y límites que el ciclo
biológico nos impone sobre los huesos y el alma, Helios despertó cada día para
construir.
El tiempo implacable lo durmió en su estudio. Trazando los últimos
escritos en defensa de los cañeros y los jubilados. Murió como vivió, siendo un
defensor sin transas de los derechos de los trabajadores organizados y no
organizados.
Ojala, todas y todos los que despedimos al viejo podamos trascender
nuestras miserias sectarias y que la muerte tan sentida, sea un empujón para
avanzar, en la unidad de los clasistas, en homenaje a los sueños sociales
emancipadores. Y sobre todo hacer de nosotros una unidad indestructible, siendo
militantes a cada instante y construyendo en el sentido más profundo los
valores tan mancillados por este mundo tan individualista.
Muchas veces nos preguntamos qué dirían, qué harían los compañeros, las
compañeras asesinadas, desaparecidos, hoy. Qué dirían de este presente, en qué
trinchera estarían…y por suerte hay seres como Helios, que nos responden, reafirmando
que donde hay hombres honestos, íntegros,
se llega al final de nuestro tiempo con las banderas en alto.
Helios, sembró la solidaridad, cuando nadie aparecía, él estaba. Ante el
cierre de las mutualistas, ante el despojo de tierras, ante el abuso de un patrón,
en las ocupaciones, en las marchas, en
la criminalización en el Acto clasista del 1º de mayo, en la marcha por la Libertad de David, en la
lucha contra la impunidad, contra las trampas de las leyes, ahí, Helios siempre
estaba. Un compañero decía, la frase que lo pinta en esencia: pasaba algo donde
fuera un atropello policial, un conflicto, una duda jurídica, siempre había alguien
que te aconsejaba: - LLAMÁ a SARTHOU
Inclaudicable biblioteca obrera, amante de poesías y músicas.
Él te decía: ustedes resuelvan,
como trabajadores lo que crean más justo, yo como abogado agarro el Código para
defenderlos…
Recuerdo sus ojos dolidos, cuando se preguntaba como se podía ir a
trabajar sin que te pagaran, cómo, se podía manguear para un boleto, cómo era que no surgía la organización para luchar…
La dignidad viva en sus preguntas nos habla de esa desarticulación de la clase,
ese dolor de ver cómo el enemigo nos atrapa, nos fragmenta y no nos deja ver y
actuar como clase.
En la marcha al Buceo hasta dónde lo acompañamos, muchas mujeres y
hombres, apoyados en bastones, llorando, me
decían, se nos fue el último
bastión de dignidad de este pueblo…Solo digo, compañeros, no fue en vano el
ejemplo de Helios. Tomémoslo para avanzar.
Helios fue una hoguera muy ardiente, inextinguible. Ojala, hoy, el viejo siga encendiendo en el
horizonte de la emancipación de los trabajadores esa luz, ese faro
imprescindible para avanzar en ideas y organización; para soñar ese mundo de
los libres…
¡Salú, Helios! ¡Hasta siempre!
Irma Leites
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